Guardianes del maíz: cómo campesinos e indígenas colombianos enfrentan la expansión de transgénicospara proteger variedades ancestrales

Guardianes del maíz: cómo campesinos e indígenas colombianos enfrentan la expansión de transgénicospara proteger variedades ancestrales

En las cordilleras y valles de Colombia, el maíz es más que un cultivo: es patrimonio vivo. Los llamados
“guardianes de semillas”, campesinos, indígenas y comunidades rurales, han protagonizado en 2025 una
oleada de movilizaciones y acciones legales para defender las variedades nativas frente al avance de
semillas transgénicas y el poder de las corporaciones de semillas.

La historia reciente muestra que la tensión no es nueva: desde 2018 municipios como San Lorenzo
(Nariño) se declararon libres de transgénicos, y ese movimiento se fue extendiendo gracias a
redes locales que ponen en el centro la soberanía alimentaria, la diversidad genética y el derecho
de las comunidades a decidir qué sembrar. Esta resistencia alcanzó mayor visibilidad internacional
con reportajes que recogen testimonios de los guardines de semillas sobre los riesgos de la contaminación genética por deriva de polen y la erosión cultural que trae la uniformidad agrícola.


En el plano legislativo, 2024–2025 ha sido un periodo convulso. En el Congreso han circulado
proyectos de ley que buscan, por un lado, limitar la siembra de transgénicos en territorios indígenas
y resguardos; por otro, abrir debates más amplios sobre el marco regulatorio nacional. Documentos
legislativos y resoluciones del sector agropecuario han introducido medidas de vigilancia y
detección de transgénicos en variedades criollas, lo que evidencia que el Estado mira con creciente
atención la posibilidad de contaminación genética.

¿Por qué tanta alarma?

La respuesta pasa por varios puntos: la pérdida de diversidad genética que reduce resiliencia
frente a plagas y clima; la dependencia económica de agricultores hacia corporaciones de semillas
(con contratos y sistemas de propiedad intelectual); y el riesgo de erosión de saberes tradicionales
ligados al manejo de estas semillas. Grupos como “Red Semillas Libres” y organizaciones campesinas
han hecho campaña por marcos legales que garanticen la protección de semillas nativas y el
derecho a la reproducción de las mismas.

Sin embargo, existe otro lado del debate: defensores de los transgénicos y algunos actores del
agronegocio argumentan que las semillas modificadas permiten mayores rendimientos y resistencia
a plagas, herramientas importantes para la seguridad alimentaria en contextos de cambio
climático. La tensión, entonces, no es entre modernidad y tradición per se, sino entre diferentes
visiones sobre cómo garantizar alimentos en cantidad y calidad preservando diversidad y autonomía.

¿Qué escenarios se dibujan?

Primero, la consolidación de políticas públicas que reconozcan el estatus de “bien común” de las
semillas nativas, con controles estrictos para la introducción de cualquier organismo modificado.
Segundo, la posibilidad de modelos híbridos donde tecnologías biotecnológicas se utilicen bajo
permisos restringidos y siempre con salvaguardas de biodiversidad. Y tercero, el papel activo de
las comunidades: el control territorial y las redes de bancos de semillas pueden ser la barrera más
efectiva frente a la contaminación genética.

En términos prácticos, la protección del maíz ancestral implica inversión en análisis de campo
(detección de transgénicos), capacitación a agricultores en manejo de bordes y barreras, y políticas
que fortalezcan mercados locales para maíces criollos (valor agregado, denominaciones de
origen, programas de compra pública). Además, la construcción de una narrativa pública que reconozca
el valor cultural del maíz podría inclinar decisiones políticas hacia la protección.


Al final, la historia colombiana sobre el maíz resume un dilema global: cómo equilibrar innovación
tecnológica y soberanía alimentaria. Los guardianes de semillas han dejado claro que no entregarán
su memoria agrícola sin pelear. Y su lucha, más que conservadora o anti-tecnológica, parece
pedir una modernidad con límites, donde la ciencia sirva a las comunidades y no las devore.

Fuentes:

  • Ancient maize v agribusiness: why Colombia’s ‘seed guardians’ are fighting the use of GM
    crops (The Guardian)
  • Documentos legislativos y resoluciones sobre semillas y detección de transgénicos en
    Colombia. (Cámara de Comercio)
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Escrito por:
AOA Chile
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