Se trata de la labor de mujeres que generan mucho más que sólo granos. Conoce los múltiples beneficios de todo esto.
Por Santiago Ovidio Minaglia
Figúrese un desayuno común, conocido, de lo más convencional: un café. El aroma a frutos secos y miel, al preparar la infusión, invade la habitación; luego, la primera libación exploratoria y un sabor con notas de avellana gana el paladar. Así, en la frugalidad del ejemplo, la persona se termina su bebida habiendo disfrutado de una gran experiencia, pero sin conocerla del todo. Detrás (o, mejor dicho, delante) de ese café que compró por ser orgánico hay toda una narrativa. Se lo habían recomendado porque era bueno para el cuerpo y el ambiente, pero incluso se trata de algo más que de eso. En la producción de cada grano hay mujeres que buscan el desarrollo personal y comunitario. Mujeres empoderadas. Café Femenino.
Sandra Silva Arellano es una de las socias representantes de la marca Café Femenino, en Chile. “Nosotros elegimos este café por su alta calidad. Son cultivos sostenibles, responsables, amigables con el ambiente. Esto hace que el café tenga una trazabilidad libre de químicos, con lo cual es un producto orgánico”, cuenta Sandra a AOA Chile.
Seguidamente, señala: “Los cultivos de Café Femenino ya tienen, principalmente en Perú, más de 25 años de cultivos responsables donde podemos garantizar la calidad en este sentido. Los beneficios principales de todo esto son que, cada año, se logra un café de mejor calidad: más grande, más verde, más húmedo; así, el café mantiene todas sus propiedades, lo que lo hace premium, de selección, es decir, con menos defectos. Estos granos, al ser llevados a la tostaduría, se pueden trabajar mucho mejor y rescatar sus aromas naturales”.
—¿Cuáles son los beneficios para las personas que consumen este café?
—Los beneficios en salud son muchos. Por ejemplo, respecto de los otros cafés, los que compras en supermercados, no conoces la trazabilidad de su producción. En este sentido, la idea nuestra siempre fue visibilizar el trabajo de las agricultoras. Ellas son las que fabrican, ellas son las que cultivan y procesan este café de alta calidad, con sus cultivos orgánicos sustentables. También, tienen cultivos bajo sombra. Al no haber trazabilidad de químicos, se trata de un café mucho más sano. Por temas de salud, consumir algo 100 por ciento orgánico es muy beneficioso. En un café de cultivo bajo sombra, en un eco-ambiente sustentable y sostenible, se genera un grano grande, verde, húmedo y muy amigable para la tostaduría.
Llegados a este punto, se puede inferir que Café Femenino no sólo genera beneficios para el ambiente, sino también para el consumidor. Asimismo, se trata de una realidad económica concreta. “Toda esta producción es viable económicamente porque, cada año, se genera café de mejor calidad; el lavado que se le hace al café es orgánico; todos los procesos son orgánicos; las mismas cáscaras de las cerezas, cuando se rompe el café, esas mismas cáscaras vuelven a ser abonadas en la tierra para seguir nutriendo todo el microclima donde este café es cultivado. Existe toda una consciencia del proceso”, destaca Sandra.
Café que empodera
En el año 2004, un grupo de mujeres líderes, decidieron separar la producción que ellas tenían de la de los hombres de sus comunidades. “Ellas decidieron vender su café con marca propia”, explica Sandra. Y, continúa: “Esto representó, para ellas, tener el poder económico de recibir el dinero total de las ventas que generaban su café verde en el pueblo. Desde entonces, ellas empezaron a empoderarse y a poder tomar decisiones trascendentales para la comunidad, como lo ha sido que las niñas fueran al colegio (en 2004 las chicas de 13 años no iban al colegio). De hecho, el lema de la marca es: «Café que empodera». Antiguamente se juntaba todo el café de la comunidad y eran los hombres los que salían a hacer el negocio. Esto es un ejemplo para toda Latinoamérica. De hecho, en Estados Unidos han logrado recibir mucho financiamiento internacional para mejor cada año y mantener las certificaciones orgánicas”.
Además, Sandra indica que, en 2004, en Perú, fueron seis las socias que empezaron a desarrollar Café Femenino, pero que hoy ya son alrededor de mil. “Tienes que ser dueña de tu tierra o tener alguna cesión de tu familia para poder pertenecer a la comunidad. Puedes partir con terrenos pequeños. Todo el café se acopia en Lambayeque [Perú] y, desde ahí, se exporta”, detalla.
Sandra hace hincapié en hablar de comunidad cuando se trata de Café Femenino. Si se cavila sobre esto un rato, la aclaración cobra sentido. La diferencia, pues, es clara; en una sociedad la gente tiene precio; en una comunidad, valor. En una comunidad, el individuo no es disuelto en el caldo de lo colectivo, pero tampoco se lo contempla en soledad frente al mundo. Así, Café Femenino es mucho más que café. es el sueño y el trabajo de mujeres de una comunidad; es la fuerza y las manos puestas al servicio de la inteligencia y el bien común; es el cuidado de la tierra, del ambiente, de los consumidores, de todos nosotros.