Compost, estiércol, guano, turbas, plantas frescas… Los abonos orgánicos siempre han estado ahí, forman parte de la naturaleza y su uso es uno de los mandamientos de la agricultura ecológica. Así contribuyen a la fertilidad del suelo y la salud vegetal, dos aspectos importantes para la sostenibilidad del planeta.
Es difícil encontrar un aspecto negativo en los abonos orgánicos, es decir, los fertilizantes elaborados exclusivamente a partir de materias orgánicas como restos vegetales, estiércol o cenizas, sin que haya ningún tipo de ingrediente químico.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), entre sus ventajas destacan la protección de la fertilidad de los suelos y la biodiversidad, y se consideran una herramienta básica para los cultivos sostenibles, desde grandes explotaciones a un pequeño huerto urbano o el abono para plantas. De hecho, su fomento como alternativa a los fertilizantes sintéticos es una de las buenas prácticas que recogen las legislaciones sobre productos orgánicos por medio mundo.
Salud terrenal y vegetal
Durante su proceso de descomposición, las materias primas de origen vegetal o animal liberan su contenido de nutrientes (fundamentalmente nitrógeno, potasio y fósforo) y así enriquecen la composición de la tierra, estimulan la actividad microbiana y contribuyen al crecimiento, así como a la buena salud de las plantas.
“Junto a los distintos nutrientes minerales, este tipo de abonos contiene materia orgánica que mejora la estructura y la fertilidad del suelo ya que sirven de alimento a los microorganismos”, sostienen Hortensia Lemaître y José T. Gállego, autores del libro ‘Cómo cultivar una lechuga y comer sano’. Con una ventaja añadida para la sostenibilidad y la gestión racional de los recursos, según estos expertos: “Además, los suelos ricos en materia orgánica conservan mejor la humedad y por ello requieren ser regados de forma menos frecuente”.
¿Qué son los abonos orgánicos?
Son los fertilizantes elaborados exclusivamente a partir de materias orgánicas como, por ejemplo, los restos vegetales, el estiércol o las cenizas. Se caracterizan, además, por no tener entre sus ingredientes ningún químico.
Principales fertilizantes orgánicos
Estos son algunos de los destacados por la Asociación Española de Centros de Jardinería (AECJ) y la FAO:
- Compost. El abono orgánico más común tanto en su versión doméstica, fabricado a partir de la separación y recolección de desechos vegetales caseros, como industrial para usarlo en explotaciones agrícolas. Reproduce la descomposición natural de la materia vegetal que se transforma en humus y la lista de sus ingredientes es amplia: desde hojas y restos de podas o siegas (hierba, paja, ramas…) a desperdicios de plantas culinarias (restos de verduras y hortalizas, frutos secos, peladuras y cáscaras de frutas…), además de otros descartes como cáscaras de huevo o conchas para aportar calcio. Se puede añadir tierra para completar la fórmula. “Es un fertilizante orgánico muy práctico porque enriquece y acondiciona cualquier sustrato. Además, se puede compostar casi cualquier materia orgánica”, explican Lemaître y Gállego.
2. Turba. Mezcla de agua, materia orgánica y ceniza que tarda siglos en formarse en las turberas donde se acumulan y fosilizan restos vegetales. Las turbas se diferencian por el tono de color que determina su contenido en carbono. Cuanto más oscura, más alto.
3. Estiércol. Excrementos fermentados muy ricos en nitrógeno. La AECJ recomienda usar estiércol comercial por su control sanitario. También conviene usarlo ya maduro sin miedo a quemar las plantas, ya que en su versión fresca puede ser abrasivo. En este caso se trata de dejarlo reposar hasta que desaparece el olor intenso a amoniaco.
4. Humus de lombriz. Es el compostaje limpio e inodoro que resulta del proceso digestivo de las lombrices. Sus propiedades superan las del compost doméstico ya que además de nutrientes aporta una alta concentración de microorganismos. Se puede adquirir en formato comercial, incluso en versión líquida, y también fabricarlo en casa a partir de restos vegetales mediante vermicompostadores específicos para lombrices.
5. Guano. Excrementos secos de aves marinas, murciélagos y focas. Suele contener bastante fósforo, además de nitrógeno y potasio. Es decir, es uno de los abonos más completos para cubrir las necesidades nutrientes de los cultivos y suele usarse en agricultura ecológica. Perú es uno de los mayores productores de guano natural y también se comercializan versiones artificiales.
6. Abono verde. Plantas que se siembran y cultivan expresamente para voltearlas e incorporarlas al suelo como material nutriente. Por ejemplo, alfalfa, consuelda o trébol que, además de aportar la materia vegetal, fijan el nitrógeno del aire y lo devuelven a la tierra.
7. Harinas de hueso. Se usan por su alto contenido en fósforo sobre todo para estimular la floración de las plantas y corregir el pH de los suelos demasiado ácidos. Por su parte, las harinas de astas y pezuñas son ricas en nitrógeno.
8. Cenizas de materias orgánicas. Carecen de nitrógeno pero son generosas en potasio, calcio y magnesio, y además de aportar nutrientes corrigen la acidez del terreno.
El crecimiento de la producción de abonos orgánicos se retroalimenta con el auge de la agricultura sostenible. Y no solo por cuestiones medioambientales y fomento del desarrollo sostenible, también debido al incremento de la productividad si se gestiona correctamente.
“A nivel mundial, la agricultura ecológica puede producir un promedio de aproximadamente un 30% más de alimentos por hectárea que la agricultura convencional. Al no emplear insumos químicos que son muy contaminantes, puede permitir un importante ahorro a los agricultores”, sostiene Greenpeace.
Fuente: BBVA